La llegada a la adolescencia supone un aumento de la prevalencia de las conductas de asunción de riesgos, entendiendo como tales conductas que suponen la activación y excitación de la persona al mismo tiempo que una elevada probabilidad de derivar en consecuencias negativas a corto o medio plazo. Entre las conductas de asunción de riesgos que más conocemos durante la adolescencia se encuentra el consumo de sustancias y la conducta antisocial. En este apartado describiremos algunos indicadores relacionados con uno y otro tipo de conducta de asunción de riesgos. La etapa de la adolescencia reúne una serie de características que la convierten en un momento del ciclo vital clave para el inicio en el consumo de sustancias. Este consumo se entiende entre los propios jóvenes como normativo, como aspecto característico de su grupo etario, y lo utilizan como una forma de acercarse y adaptarse a la sociedad adulta. Sin embargo, el cerebro del adolescente está aún en pleno proceso de maduración y desarrollo, lo que lo hace más vulnerable a los efectos adictivos de las drogas que el del adulto. Este hecho es especialmente relevante si tenemos en cuenta la evidencia de la existencia de una relación progresiva entre el consumo de las diferentes sustancias, de modo que el consumo de drogas legales (alcohol y tabaco)puede influir en el inicio del consumo de drogas ilegales. Para empezar, la adolescencia es un momento crítico en el establecimiento del comportamiento de fumar. Los expertos exponen varias razones que podrían explicar el hecho de que el consumo de tabaco pueda llegar a ser algo atractivo para los jóvenes, como es el control de estados de ánimo negativos que puede llegar a producir (por ejemplo, relajarse, concentrarse, reducir el estrés o reducir el aburrimiento), la facilidad para contactar y permanecer en un grupo (utilizando el tabaco como un vehículo para entrar en un grupo de amistad deseado, tener contacto con el otro sexo...), el control del peso (especialmente en las chicas) o la identificación con una determinada imagen de madurez y confianza en sí mismo. Sin embargo, más allá de los peligros a largo plazo del consumo de tabaco durante la adolescencia, este hábito tiene también efectos a corto plazo sobre algunos aspectos del funcionamiento físico de los jóvenes, como es la disminución de la aptitud física, el aumento de los problemas asmáticos y el aumento de la tos, sibilancias y dificultad para respirar. Si se excluye el tabaco y la cafeína, el alcohol es la droga más experimentada y consumida por los jóvenes. Sin embargo, el consumo de alcohol frecuente y excesivo durante la adolescencia está asociado a una serie de consecuencias negativas, como son, por ejemplo, continuidad en el consumo de alcohol y otras drogas en la adultez, problemas académicos, relaciones sexuales no planificadas y de riesgo, accidentes de tráfico y diversos problemas físicos y emocionales. En lo que respecta al consumo de drogas ilegales, el cannabis (hachís o marihuana, "porros") es actualmente la droga ilegal más frecuentemente consumida tanto por adolescentes como por adultos. Diversos estudios científicos demuestran que el consumo prolongado de cannabis reduce el número de las pequeñas ramificaciones existentes en los pulmones y responsables del transporte de oxígeno a la sangre y de la evacuación de sustancias nocivas. Por lo tanto, su consumo excesivo puede provocar problemas de arritmia y principio de insuficiencia coronaria. Además, otros efectos negativos demostrados en algunos sujetos son la pérdida de la memoria a corto plazo, ansiedad, pérdida de control y, sobre todo en la etapa adolescente, falta de interés y desmotivación. Por último, en este texto se presentan resultados centrados en la conducta antisocial. Se entiende por conducta antisocial aquellas actuaciones que infringen las normas sociales y que constituyen una acción contra los demás. Son conductas antisociales el robo, el vandalismo o las peleas. Aunque sólo la mitad de los adolescentes que muestran conducta antisocial acaban mostrándolas en la adultez, todos los adultos antisociales han sido adolescentes antisociales. Este hecho muestra la necesidad del estudio de este tipo de conducta durante la adolescencia. De hecho, algunos estudios empíricos muestran que aunque las conductas antisociales que se cometen durante la adolescencia suelen ser leves, es en estos años cuando, por ejemplo, la agresividad se vuelve menos instrumental (las disputas no son para conseguir un objeto que tiene el otro niño, sino que tienen otros objetivos) aunque también sea menos frecuente (los niños y niñas se pelean con mayor frecuencia que los adolescentes aunque sea por motivos instrumentales).
A continuación se recogen los artículos de investigación publicados por el equipo HBSC en esta temática.